Por: Jose Echeverría
Cuando
mi odontóloga empezó a contarme que había leído un artículo de Joyce Meyer que
hablaba al respecto de “un corazón perfecto” inmediatamente vino a mi
pensamiento la historia de Job que se encuentra en la Biblia. Luego les cuento
por qué. Al llegar a casa tomé el diccionario y busqué la palabra “PERFECTO” esto
me llevó a buscar la palabra “BELLEZA” y a pesar de que leí muchas definiciones
nada me dejó satisfecho. Y es que a mi parecer la perfección va más allá de la
estética y la belleza.
Recuerdo
bien que mientras estuve estudiando en México; tuve un amigo que siempre me
decía: “no
existe persona fea, solo belleza extraña”. Pero definir
la perfección es un poco complicado.
No
se si ustedes tengan conocimiento de que nuestra cultura está influenciada por
el pensamiento griego. Aquellas personas importantes y grandes filósofos, que tiempo
atrás admiraron y adoraron los cuerpos esbeltos, figuras marcadas por los
esfuerzos olímpicos y que a lo largo de los años, estos mismos estándares
ridículos fueron adoptados por nosotros como lineamientos para calificar la
belleza y la perfección. En su supuesta “sabiduría” nos hicieron ignorantes,
tontos y superficialmente materialistas para entender lo que estas cualidades
propias de cada persona significan.
Dios
en cambio, admira la belleza y la perfección de un modo distinto. Su palabra
dice por ejemplo que: "hermosos" son los
pies de los que anuncian la paz o que el corazón alegre hermosea el rostro, entre
muchos más. Sea como sea, Dios protege y ama a aquellas personas cuyo corazón
es honesto delante de Él y qué mejor belleza y perfección que la honestidad, la
rectitud y la humildad.
Si
tu corazón es recto delante de Dios no tienes nada que hacer para ser perfecto
o mortificarte a ti mismo tratando de hacer lo bueno todo el tiempo. Una
persona que tiene un corazón según el deseo de Dios sabe que no es perfecta. Se
da cuenta que su única esperanza viene del hecho que Jesús murió para hacer que
todas las cosas le fueran posible.
Admitir
todo esto requiere humildad. Esta es una palabra que a la gente no le gusta
usar quizás porque el cuadro más común que se cree de la humildad es el de una
persona apocada que siempre está mirando al suelo. Pero para un verdadero
sentido de la humildad y perfección absoluta, mira a Jesús. La humildad es uno
de los aspectos más impresionantes de su personalidad.
Dios
busca corazones que sean humildes. El humilde es la clase de persona que Él
puede usar para que el trabajo se haga. Él protege a la persona en una manera
especial, la hace perfecta porque sabe que esa persona está lista para hacer lo
que Él quiere.
Muchas
veces creemos que nuestro valor o perfección provienen de nuestras
calificaciones en la escuela, universidad, promociones laborales o un gol
durante el partido de soccer, pero no es así. Tales logros pueden ser muy
grandes e importantes, pero no te hacen perfecto ni más aceptable ante Dios.
Aun cuando lo intentaras, tú no podrías hacer que Dios te ame más de lo que ya
te ama. Él te ha amado por completo desde la primera vez que pensó en ti.
“Dios es tu más grande "admirador" y eso te hace perfecto”.
Cuando
se habla de este tema muchas personas, particularmente músicos y ministros de
alabanza piensan inmediatamente en el “Rey David”, aquel hombre cuyo corazón
fue conforme al del Señor. Pero en lo personal Job fue un hombre cuyo corazón
fue hermosamente perfecto.
Job fue una persona que no solamente decía “Dios es bondadoso” cuando sucedía lo bueno. También decía: “Dios es bueno, la vida es dolorosa pero, ÉL SIGUE SIENDO BUENO” eso es asombroso ¿apoco no?
Job nos recuerda que el hecho de que no siempre entendamos los procesos de Dios o la vida por dura que sea, no significa que Dios no sea quien dice ser. A través de la vida de Job entiendo al final que un corazón perfecto se resume en aquel que anhela agradar al Señor en todo, sin importarle nada.
En conclusión, creo que para llegar a tener un corazón perfecto debemos hacer a un lado todas las imágenes que tenemos de los personajes de la Biblia como David e incluso Job y fijar nuestra atención directa y perpetuamente en Jesucristo, un hijo totalmente conectado con el Corazón Perfecto del Padre.
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