Por: Jose Echeverría
Existen personas que les gusta escribir más que leer, algunas otras personas prefieren leer ya que les da hueva escribir. En mi caso, no importa cual de las dos cosas esté haciendo, suelo acompañarme de una taza de café, algunas galletas y no pueden faltar los headphones (Auriculares, Audífonos, Orejeras) o como sea que la gente prefiera decirles.
Existen personas que les gusta escribir más que leer, algunas otras personas prefieren leer ya que les da hueva escribir. En mi caso, no importa cual de las dos cosas esté haciendo, suelo acompañarme de una taza de café, algunas galletas y no pueden faltar los headphones (Auriculares, Audífonos, Orejeras) o como sea que la gente prefiera decirles.
Y el día de ayer mientras leía un pasaje de I Corintios 13:12 comprendí muchas cosas que tenía un poco confusas dentro de mi cabeza, claro que fue tan fácil reconocer que el Señor hizo un gran trabajo de traducción divina en mi entendimiento ya que al principio no entendí ni “Jota”

Mientras estaba sentado en la sala, aun con lagañas en los ojos y la taza de café inaugural, encontré ese pasaje que me hizo quemar muchas neuronas, me dejó a ciencia cierta con tanta inquietud y un hambre de entender algunas cosas que me habían quedado algo “nubladas”

Fue entonces que comprendí ese pasaje. Entendí antes que nada, que para deducir muchas de las cosas que leemos, debemos colocarnos en el contexto histórico del autor y de ahí podemos tomar un punto de partida para todo lo que queramos alcanzar.
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