martes, 15 de mayo de 2012

Las Confesiones del Baño

Por: Jose Echeverría

Una de las experiencias agradables y emocionantes en la vida es cuando descubres, en esos días donde no quieres saber nada de nada, de que existe gente especial a tu alrededor y mejor  aun cuando descubres que tienen detalles, dones, talentos y gracias con las que también te identificas. Es el caso de una amiga que conocí meses atrás.
Ella es escritora, músico, catedrática de inglés y hasta podría apostar que le gustan las galletas y el café mañanero con un ligero toque de sobredosificación. Su nombre es Ana Gabriela Hernández y es columnista de un blog donde curiosamente te das cuenta de algunas muchas verdades incomodas y otras en lo particular muy gratas.
“Las confesiones del Baño” una página donde ella nos muestra que todas las personas son simplemente tal y como son dentro de ese espacio reducido y embaldosado que muchas veces se convierte en nuestra biblioteca o escondite favorito. Lo digo con toda seguridad ya que más de una vez he tenido que correr al baño, no por mala digestión solamente, sino también para escapar de mis pensamientos, para poder leer tranquilo o entender muchas veces que mis lágrimas son necesarias para asimilar el proceso que Dios está llevando a cabo en ese preciso momento de mi vida. Y fue justamente en el baño, un par de días atrás, donde pude analizar detenidamente acerca de la importancia crucial que tiene no solo el hecho de “Perdonar” sino también de “liberar”. Algunos pocos se cuestionarán: ¿Qué es perdonar? Y algunos muchos, con toda razón dirán: ¿Qué es liberar?
Mientras estaba en el baño, se me ocurrió revisar mi lista telefónica en el móvil. Deslizando el dedo lentamente de la “A” a la “Z”, recordaba detalles, vivencias, palabras y experiencias de la mayoría de mis contactos. Algunas veces me topé con nombres que ni siquiera recordaba y en otras me puse a reír cuando vi que tenía números de algunos restaurantes de comida rápida, empresas de servicio y atención al cliente de productos que he adquirido y sin faltar uno que otro número de personas que jamás en mi vida he llamado. De pronto  encontré el número de teléfono de la compañía en donde yo trabajé anteriormente. Un escalofrío horrendo recorrió mi espalda y parecía haber tragado un puño de arena. Imágenes y fragmentos de viejos recuerdos en forma de video vinieron a mi pensamiento, todo esto con mezclado con aromas, colores y el High Definition que todos poseemos en nuestra mente provocaron que mis ojos se cristalizaran y que una sensación de incomodidad me invadiera debido a las malas experiencias que tuve en ese lugar.

Luego de haber tenido una horrible y abrumadora sensación me pude dar cuenta que no había podido perdonar a totalidad. El rencor que yo había guardado durante bastante tiempo no había sanado. Guardaba mucho resentimiento en contra de muchas personas que habían lastimado mi corazón en aquella empresa.
Relatar todos los sucesos me tomaría mucho tiempo y este artículo va enfocado directamente al hecho de “perdonar” y no contar de cómo fue el proceso.
El haber vivido esto en carne propia me hizo entender que el perdón no es un simple mecanismo para liberar de culpa a quien nos ha ofendido, el perdón fue hecho para que yo sea libre de la amargura que dejó esa acción en mi corazón. Yo puedo decidir perdonar a alguien que no está arrepentido de verdad de haberme dañado, porque mi intención (en cuestión de prioridad) al perdonar, no es que esa persona quede libre de culpa, si no que yo quede libre en mi interior, que yo tenga paz, que yo pueda vivir bien, que haya desatado la cuerda que me tenía sujeto al muelle. Y luego, como consecuencia, las personas quedarán libres de culpa y de todo remordimiento al liberarlas con nuestra palabra y corazón.
No se ustedes pero yo he escuchado cientos de veces aquella frase: "yo perdono, pero no olvido", y pensamos en realidad que si no olvidamos, es debido a que quizás no hemos perdonado de corazón, pero esto también es un error, porque el perdón no implica que debemos olvidarlo todo (aunque si lo hacemos sería mucho mejor)
Mi padre me dijo hace muchos años: “el perdón no produce amnesia” y a la verdad no es indispensable que olvidemos para perdonar, puedo perdonar y estar consciente del daño que se me hizo, pero he decidido que ya no me va a afectar nunca más en mi vida. Es en este punto donde el recordar se convierte en un testimonio viviente del amor, restauración y misericordia de Dios.
Efesios 4:31-32 dice: Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritos y calumnia, junto con toda maldad. Más bien, sed bondadosos y misericordiosos los unos con los otros, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.
Cuando tú decides perdonar de una vez y por todas a alguien, es indispensable que lo confieses con tu boca. Quizás vayas cómodamente conduciendo y escuchando música y de pronto pienses: "yo necesito perdonar, debo perdonar porque quiero ser libre de lo que otra persona me haya hecho en su momento", pero no es suficiente con el simple hecho de pensarlo, debes confesarlo con tu boca, ya que hay una inmensa y marcada diferencia entre pensarlo y hablarlo.
¿Sabías que en nuestra boca se encuentra el poder de la vida y de la muerte, el poder para atar y desatar. ¡Confiésalo!, y cuando lo hagas te aseguro que sentirás esa libertad extrema, ese peso extra que se va de tu corazón, tal vez acompañado de muchas lágrimas, tal vez acompañado de profunda tristeza y de inmenso dolor, pero finalmente podrás experimentar la libertad y aquella paz que sobrepasa todo entendimiento.
En mi caso, déjame contarte que aquella misma tarde, sentado en el baño, con lágrimas en mis ojos pero con serenidad en mi corazón; pude perdonar a todas las personas que en aquella etapa de mi vida me habían causado demasiado dolor. Y pude liberar finalmente mi corazón, pero también fui capaz liberarlas de toda culpa o remordimiento que pudiera existir en su vida.
Quizás en estos momentos, varios nombres o recuerdos te estén cruzando por tu mente, esos sucesos que te marcaron de por vida, aquellas lágrimas que derramaste al ver un corazón en el suelo hecho pedazos; y estés pensando que debes perdonar pero también liberar.
Y ¿sabes? El motivo primordial de que en esta semana yo haya tomado la decisión de escribir acerca del perdón es para ayudarte, que identifiques plenamente la herida específica que te hicieron, y a la persona que te lo ocasionó. Que decidas perdonarla a pesar de lo que sientes en tu corazón. Que puedas confesar con tu boca ese perdón aunque estés sólo leyendo este Blog. Recuerda perdonar, liberar tu corazón y liberar a todas aquellas personas que te han herido a lo largo de esta vida.  No olvides acercarte a Dios y decirle desde el fondo de corazón:
"Señor, yo decido perdonar, quítame lo que siento, borra de mi corazón estas heridas y dame un corazón nuevo. Te entrego el mío, ven a mi vida Jesús, a ti te lastimaron profundamente, a ti te dañaron y pudiste decir al Padre: "perdónalos porque no saben lo que hacen” y quiero seguir tu ejemplo, ¡Señor, yo te pido con todo mi corazón: perdona a esta persona, porque me lastimó profundamente, y llévate de mi corazón este amargo sentimiento!, La Perdono y la Libero en el nombre de Jesús
Por último no olvides que también nosotros hemos lastimado a mucha gente, con intención ó sin ella, hemos herido profundamente el alma de nuestros seres queridos y gente al rededor; debes pedirles perdón. Si no puedes hacerlo personalmente, haz uso de una llamada telefónica, de una carta, de un correo electrónico ó de una tarjeta, y dile con toda honestidad: "yo te lastimé en aquella ocasión, con esto y con está otra situación, te pido de corazón que me perdones y me liberes", si la persona te perdona ó no, ese no es problema tuyo porque tu ya eres libre de ese nudo. Tu y yo no podemos decidir que los demás desaten sus propios nudos.
En conclusión; el perdón es un mecanismo para que nuestro corazón sane de todas las heridas, para que nuestra sonrisa brille, para que nuestra vida vaya de aumento en aumento, para que todos nosotros seamos libres. Pero sobre todas, para que tu y yo, al final del camino podamos colocarnos frente aquellas personas que nos han lastimado y expresarles bajo el incalculable amor de Dios:

Tu, pensaste hacerme mal, pero Dios lo encaminó para bien, para hacer (después de este proceso doloroso) lo que vemos hoy.  Ahora pues, no tengas miedo. Porque yo te amaré y ayudaré  a ti y a tus hijos. (Paráfrasis de Génesis 50:20)



Agradezco de todo corazón las oraciones, el apoyo y colaboración especial de:

Ana Gabriela Hernández, Jacqueline Paola Tax, Rafael Ayala y Stacy Cook Carson.


Te invito a que conozcas y leas más de Ana Gabriela visitando su Blog: www.lasconfesionesdelbano.blogspot.com

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