jueves, 12 de julio de 2012

24 años después…



Por: José Echeverría Jr.


Cuando tenía trece años, (si, sé que dirán que eso fue hace mucho tiempo, pero es menos de lo que se imaginan) tuve la oportunidad de conocer a una persona que Dios ha usado para que finalmente yo pudiera entender muchas cosas en mi vida espiritual. En ese entonces no sabía la repercusión que él haría varios años después. Hoy en día es mi catedrático de “Criterio” en Destino Internship Program. Su nombre es Marvin Montoya (En la fotografía a la derecha se encuentra con su Esposa y su hija) con toda seguridad puedo decir que es un gran Siervo de Dios, a quien admiro y amo en Cristo.

Por lo general a Marvin le gusta atormentar a todos mis compañeros con ensayos y con la literatura. Yo en lo personal me disfruto sus clases.

La semana pasada nos lanzó un interesante reto. Escribir un ensayo de cómo nos vemos a los 50 años de edad. En mi caso y a diferencia de muchos eso será dentro de 24 años.   Así que tomé papel y lápiz y comencé a escribir.

Pero antes de que leas mi ensayo me gustaría preguntarte:
¿Te has imaginado tu vida a los 50 años?
Creo que yo no había llegado tan lejos, sin embargo luego entendí cómo los propósitos de Dios encajan de forma sorprendente en nuestro futuro. Y no existe nada más hermoso que abandonar ese futuro en las manos de Dios.


Un Sol otoñal se oculta tras las cúpulas de roca talladas a mano. El color del atardecer combina bien con el tono naranja de los monjes budistas en Angkor Wat, ubicado a pocos kilómetros al norte de Phnom Phen, Capital de Camboya.

Quien diría que precisamente hoy 5 de octubre del 2036 me encontraría al lado de mi familia por vigésima vez en la tierra que Dios nos permitió visitar mucho tiempo atrás, con el propósito de ayudar a muchas personas y compartir el mensaje de salvación. Puedo decir sin temor a duda que amo lo que hago y lo hago porque “lo amo”

Mi familia y yo, actualmente trabajamos en Guatemala. Dedicamos nuestra vida y nuestro tiempo completo a preparar, capacitar y discipular líderes y jóvenes dispuestos a viajar, dar su talento y capacidad en las misiones transculturales. Recuerdo bien que en mi juventud, mi vida fue transformada, al igual que muchos de estos muchachos, solo que Dios habló de forma directa a mi corazón durante la etapa final del primer año de Destino Internship Program. Sin embargo nuestra visión como familia se expandió más allá de lo que imaginábamos. Hoy en día contamos con varios misioneros jóvenes, que nosotros mismos hemos capacitado y enviado aquí a Camboya y en otras naciones de la ventana 10/40. Es por eso que nos encontramos en unas de las visitas anuales que realizamos como ministerio y familia para darles el seguimiento a nuestros muchachos y las iglesias que se han estado abriendo a lo largo de estos 25 años.

Entiendo bien que, han pasado varios años de mi vida. He visto crecer a mis hijos al lado de mi incomparable, maravillosa y fiel esposa. El tan solo verla sonreír me hace ser el hombre más feliz del universo. Hoy pude contemplar su mirada mientras caminamos rumbo a Kampong Chhnang con la expectativa de ver a nuestros hermanos en la Iglesia Central. Comprendí luego de varios años que, fue Dios el que interfirió en mi vida... de la mejor manera... Dios irrumpió con la compañía de mi esposa en el corazón... Dios trastornó mi entorno y lo convirtió en una Sinfonía de su amor reflejada en la mirada más dulce de su princesa ¡más hermosa! Y eso no es todo, ya que en cuatro meses nace nuestro primer nieto y eso me hace sentir emocionadamente feliz, nervioso pero comprometido también, a ser un ejemplo de amor y servicio a Dios con mi siguiente generación.

El sol se ha ocultado más y es hora de descansar, queda un largo camino por recorrer. En un par de semanas regresaremos a nuestro país para continuar lo que Dios ha encomendado en nuestras manos. Hoy sin lugar a duda puedo citar las palabras de Pablo y decir que, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante,  prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús (Filipenses 3:13-14)

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